sexta-feira, 30 de outubro de 2009

El sueno é um Luxo. Relato de periodista brasileiro abrigado na embaixada

Este es un reportaje de un periodista de la agencia Asociated Press que está refugiado en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa.


El sueño, un lujo para ocupantes de misión brasileña en Honduras



27 de octubre de 2009, 07:11 PM

TEGUCIGALPA (AP) - Pasó casi un mes desde que dormí por última vez en la oscuridad.

La embajada brasileña donde estoy junto con el presidente depuesto hondureño Manuel Zelaya desde que éste volvió a escondidas al país es iluminada por reflectores. Los soldados que rodean el complejo hacen bulla toda la noche. A veces hacen sonar música tan fuerte que tiemblan las paredes.

Por todas las ventanas podemos ver algún policía o soldado observándonos con binoculares.

Cuando no estoy fotografiando a Zelaya, trato de leer. Sé más de Brasil de lo que jamás hubiera soñado. La embajada tiene una buena colección de libros sobre el país.

El gobierno instalado tras el golpe dice que arrestará a Zelaya si abandona la misión diplomática.

Zelaya, por su parte, afirma que no se irá a ningún lado hasta que vuelva a ocupar la presidencia, y el gobierno brasileño, que también busca su restitución al poder, no piensa hacerle presión para que se vaya. Los miembros de la prensa que nos metimos por la fuerza con él, estamos clavados. Si salimos, no podríamos regresar.

Pero el paso del tiempo se hace sentir y con cada semana que transcurre se va más gente que llegó a la embajada con Zelaya levantando el puño. Incluso un hijo de Zelaya regresó a su casa, tras abrazar a su madre y desearles suerte a ambos.

Las conversaciones en busca de una solución se estancaron de nuevo cuando el presidente de facto Roberto Micheletti descartó la restitución de Zelaya, el aspecto más conflictivo de las conversaciones en busca de un acuerdo para compartir el poder.

Esta semana vendrá a Honduras un alto funcionario estadounidense para tratar de darle impulso a las negociaciones.

Zelaya dice que si no pasa nada esta semana, no habrá solución negociada. Pero no indicó qué sucedería entonces.

Mientras tanto, los que estamos adentro de la embajada tratamos de sobrellevar la situación de la mejor forma posible.

Nuestro principal reto es dormir bien. La gente de Zelaya puso una cortina para tratar de combatir la luz de los reflectores, pero no sirve de mucho.

Los soldados ladran como perros, hacen maullidos de gato y cacarean como gallos. Me despiertan de un sobresalto casi todas las noches.
La semana pasada hicieron sonar una música atronadora desde la 01.30 hasta las 07.00 de la mañana. Uno de los temas fue "Rata de dos patas", la canción dedicada a un ex novio que hizo famosa la cantante mexicana Paquita La del Barrio. Comienza, "Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho...".

Esa fue una noche dura.

La falta de sueño sin duda te nubla la mente. Lo mismo que la inactividad.

Los partidarios de Zelaya se turnan haciendo guardias. Hacen turnos de tres horas y alertan a los demás si hay movimientos entre los soldados que indiquen que pueden tratar de tomar la embajada, pese a que el gobierno de facto ha dicho que no lo hará.
Los soldados y la policía instalaron plataformas para quedar a la altura de las ventanas. Los miramos y ellos nos miran. En este momento un policía me mira con binoculares. Hola.

El gobierno interino instaló hace poco un enorme aparato cubierto de plástico junto a un muro del complejo. No sabemos qué es y la gente de adentro, privada de sueño, hace mil especulaciones.

La gente de Zelaya dice que transmite una "radiación electromagnética" que nos confunde.

El líder izquierdista afirma que el gobierno de Micheletti está lanzando gases tóxicos. Algunos se quejan de dolores de cabeza, pero no se puede descartar que sean causados por el estrés.

La Organización de los Estados Americanos dice que los soldados hostigan a los ocupantes de la embajada y los afectan físicamente con la música alta y el bullicio. Brasil ha exigido que nos dejen tranquilos.

Los militares niegan estar hostigando a los ocupantes de la embajada. El gobierno de Micheletti sostiene que Brasil no debería dar refugio a Zelaya y aduce que sus militares actuaron dentro del marco de la ley cuando lo derrocaron por no acatar una orden de la Corte Suprema de que suspendiese un referendo que, según la oposición, buscaba reformular la constitución para posibilitar la reelección. Zelaya lo niega.

La vida en la embajada se ha hecho un poco más llevadera en relación con los primeros días, cuando el gobierno cortó el agua, la electricidad, el servicio telefónico y escaseó la comida.

Más de 300 personas compartíamos tres baños. Hubo un brote de diarrea. ¿Hacen falta más detalles?

Ahora quedamos unas 35 personas y hay que esperar 20 minutos para ducharse, no dos horas, como antes. Los baños están más limpios.

Todos tenemos mantas para combatir el frío cuando dormimos en los pisos de cemento. Algunos disponemos de colchones inflables, aunque los soldados siguen interceptando al azar a las personas que traen artículos.

Un restaurante vecino nos suministra a los fotógrafos desayuno, almuerzo y cena. O, para ser más preciso, frijoles y arroz, arroz y frijoles, frijoles y arroz, con pequeñas variantes de la dieta hondureña, como huevos, pescado o carne.

Ya ni me acuerdo de lo que es comer por placer.

La hija de Zelaya le envía comidas a él, su esposa y sus colaboradores más estrechos.

Zelaya duerme en un colchón inflable y durante el día recibe visitantes, nacionales y extranjeros. También habla por su teléfono celular desde el techo, uno de los pocos puntos donde se recibe la señal.

Ve a sus hijas, su hijo, su madre, su suegra y una nieta los domingos. Va a misa en el patio y juega con su nieta de cuatro años, dejándola usar su distintivo sombrero blanco.

Al principio parecía molestarle el hecho de estar encerrado junto con la prensa y nos decía que no le había gustado una nota o una foto. Pero desde entonces comprendió que no hay escapatoria y bromea con nosotros. Hace poco me sacó una foto mientras yo le sacaba una a él.

"Voy a tomar una foto de él (el fotógrafo) porque allí donde está al lado está este arbusto. Es una buena foto", afirmó el mandatario. "Yo siempre he sido muy aficionado a la fotografía. Tomaba muchas fotos, aunque no tantas como ustedes".

Respetamos su privacidad y no entramos al sector donde vive.

Para pasar el tiempo, algunos correligionarios tocan música con jarritas de plástico con agua. Otros arreglan el jardín.

Nosotros tomamos fotos y esperamos a ver en qué termina todo esto.





"No hagas el mal y no existirá"
Lev Nikoláievich TOLSTOI

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