terça-feira, 23 de fevereiro de 2010

Apuntes para debatir el socialismo en la Revolución Bolivariana

Encaminho mais um artigo que está sendo debatido junto aos setores organizados populares ou proletários e nas organizações de base dos partidos politicos aliados da Revolução Bolivariana da Venezuela e que pode ser utilizado também por todas as organizações progressistas da América Latina. Tal ação mostra explícitamente que quando se tem vontade politica de mudar, a mudança (transformação estrutural da sociedade) pode ser feita - mesmo dentro das adversidades.....Jacob David Blinder


Apuntes para debatir el socialismo en la Revolución Bolivariana


El Manifiesto Comunista, la lucha de clases y el mito de la propiedad privada (1)


Alejandro Ruiz


INTRODUCCIÓN



El Manifiesto del Partido Comunista fue escrito por Carlos Marx y Federico Engels en forma de folleto para la agitación política entre los obreros, y publicado por primera vez en febrero de 1848.



El Manifiesto nació como un programa teórico y práctico de la Liga de los Comunistas, una organización para la lucha de los obreros a escala internacional.



Los propios autores advierten que El Manifiesto no es una receta: “…la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes…”.



Además, debemos considerar que es una obra escrita hace 162 años y que, como dicen Marx y Engels en el prefacio a la edición alemana de 1872, muchas circunstancias han cambiado “…por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria (…), con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución…” vivida en diversas partes del mundo y en diferentes épocas.



Sin embargo, en el marco de estas advertencias y recomendaciones para comprender su lectura y “aplicación práctica” -y precisamente por ellas-, en lo esencial, El Manifiesto continúa siendo una obra política de enorme valor y vigencia para la interpretació n y transformació n de la sociedad actual del capitalismo neoliberal en crisis.



El Manifiesto es una obra universal que sigue generando controversias y luces para la emancipación del proletariado moderno y de todas las clases y grupos sociales oprimidos.



El Manifiesto comienza con la frase: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Y termina con una consigna que se hizo esperanza de millones de seres humanos: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.





LA LUCHA DE CLASES MOTOR DE LA HISTORIA



El Manifiesto, en su primer capítulo, hace un recuento de la historia de la humanidad hasta el surgimiento del capitalismo, revelándola como una historia de la lucha de clases entre explotadores y explotados.



A excepción de la comunidad primitiva -sin clases sociales ni propiedad privada-, que era como vivían las antiguas tribus y nuestros aborígenes; toda la historia humana ha sido de lucha y confrontación entre opresores y oprimidos.



A pesar de esta realidad, cada modo de producción, cada régimen de propiedad, se ha considerado a sí mismo como el justo y necesario para el bien de la sociedad, y esa materializació n económica de la opresión ha sido sustentada en la correspondiente ideología de la clase dominante, que se expresa en la legalidad, la moral, la ética, la religiosidad, la educación y la cultura preponderante en cada período histórico.



Primero surgió la sociedad esclavista, con el señor libre como opresor y el esclavo como oprimido.



En la antigua Grecia, conocida como la ‘cuna de la democracia’, 400 mil esclavos trabajaban para producir lo que disfrutaban 90 mil ‘ciudadanos libres’, quienes eran los únicos beneficiarios de esa ‘democracia’ de pocos.



De la sociedad esclavista emergió la sociedad feudal, con el señor feudal y los patricios como opresores y los siervos de la gleba y plebeyos como oprimidos.



Luego, con la Revolución Francesa, se inició el derrumbe de la sociedad feudal y brotó la moderna sociedad burguesa, la sociedad capitalista, con los burgueses, los capitalistas, como opresores y los proletarios, los obreros y demás trabajadores, como oprimidos.



Con el surgimiento del capitalismo, “la gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra” y la burguesía “…iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media”, explican Marx y Engels (Esta cita textual y todas las siguientes corresponden a El Manifiesto del Partido Comunista, salvo una indicación de otra obra).



La sociedad burguesa, a pesar de su modernidad, “…no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas”. Es decir, la confrontación entre explotadores y explotados se mantiene, con nuevas formas.



En América y en los demás países llamados subdesarrollados la situación resultó más compleja que en la ‘civilizada’ Europa, debido a un sistema impuesto que combinaba históricos modos de producción; desde el comunismo primitivo de nuestros aborígenes arrasados por la conquista, pasando por el decadente esclavismo coexistiendo con el feudalismo y posteriormente éste con formas del naciente capitalismo de las metrópolis imperiales, durante casi cuatro siglos.



No fue sino hasta 1854 que en Venezuela se abolió formalmente la esclavitud, esa anticuada forma de opresión del ser humano como propiedad permanente de otro. Luego a finales del siglo XIX y principios del siglo XX se vino instaurando el modo de producción capitalista con el primer chorro de petróleo, la explotación intensiva de minerales y otras materias primas, como la producción agrícola; pero surgía como un capitalismo dependiente y subdesarrollado, combinado con formas de propiedad y relaciones latifundistas del decaído feudalismo, que aún perviven en muchos países del Sur.



Por estas condiciones, la emancipación de los oprimidos en los países dependientes y subdesarrollados adquiere un doble carácter: lucha de clases interna y lucha de liberación nacional.



A pesar de todas las particularidades de cada siglo y región del mundo, El Manifiesto nos orienta a comprender que la esencia de la historia humana, en toda época y en todo lugar, después que sucumbió la comunidad primitiva, ha sido la explotación del hombre por el hombre y la lucha de clases.



La historia también demuestra que siempre los oprimidos y explotados han luchado para librarse del dominio de los opresores, de los explotadores. Es una lucha irreconciliable -a veces abierta, a veces velada- de clases sociales antagónicas.



En condiciones determinantes, es “…una lucha que conduce en cada etapa a la transformació n revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes” .



¿Quién no ha escuchado hablar de Espartaco? Es amplia la literatura universal y las películas que narran la hazaña del esclavo que dirigió la más épica rebelión de esclavos en Europa, que hizo tambalear el antiguo Imperio Romano en la propia Italia hace un poco más de dos mil años. Pero no era sólo Espartaco, era una clase oprimida en combate a muerte contra sus opresores.



Al final de esta guerra social antiesclavista y antiimperial, que transcurrió durante dos años, había perecido un total de 100 mil esclavos, entre muertos en batallas (la mayoría) y crucificados o exterminados al caer prisioneros; situación que debilitó profundamente todos los aspectos de la producción y la vida en la Italia imperial.



En otro momento histórico determinante ocurrió la Revolución Francesa de 1789, que con su consigna liberal de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” promovió la guerra social que elevó a la clase de los burgueses al Poder, al tiempo que comenzó la debacle de la hegemonía de la nobleza absolutista y sus monarquías.



Luego se sucedieron en el mundo episodios heroicos de combates y victorias del proletariado y el campesinado pobre contra la burguesía y los terratenientes, que pretendieron acabar la explotación de manera definitiva y no sólo cambiar sus formas. Tal es el caso de la Comuna de París de 1871, que resistió dos meses; y la Revolución Socialista Rusa de 1917, que escribió 70 años de una nueva historia. Más recientemente, y aún en proceso de construcción, la Revolución China de 1949 y la Revolución Cubana de 1959.



En Venezuela la lucha de clases también ha estado presente. Así ha sido desde las batallas de resistencia al conquistador europeo comandadas por el cacique Guaicaipuro y sus hermanos indígenas; las rebeldías del Negro Miguel y su Cumbe, y de José Leonardo Chirinos contra la esclavitud; la guerra de la independencia encabezada por Simón Bolívar contra el régimen colonizador esclavista-feudal; la llamada guerra federal, una cruenta guerra social por lograr “tierra y hombres libres, elección popular, horror a la oligarquía” terrateniente y mercantilista, bajo el liderazgo de un pequeño comerciante transformado en General de los Pobres: Ezequiel Zamora.



En el siglo XX venezolano la lucha de clases continuó latente y con hitos importantes de confrontación, como la lucha de los obreros petroleros contra las transnacionales, rebeliones de campesinos aquí y allá; dictaduras militares, insurgencia armada, desaparecidos, muertos, huelgas, manifestaciones. Y más recientemente, rebeliones de los proletarios desempleados y subempleados contra el capitalismo neoliberal y sus representantes, como sucedió el 27 de febrero de 1989, con el llamado “Caracazo”; también la rebelión militar patriótica del 4 de febrero de 1992 es producto de esa sociedad dividida en clases sociales antagónicas.



La historia mundial y de cada país nos muestra una incesante lucha -soterrada o abierta- de todos los días del oprimido contra el opresor y viceversa, aunque muchas veces no se refleje en las páginas de la prensa ni en los libros de historia.



Entonces, de qué paz se habla cuando se acusa a los comunistas, y a los revolucionarios en general, de querer acabar con la paz de la sociedad, de querer dividir a la sociedad, de enfrentar unos a otros, de ‘incitar a la lucha de clases, cuando antes no era así’.



La burguesía mundial y la dirigencia adinerada de la oposición venezolana -herederos de esa oligarquía esclavista, feudal y luego capitalista- , que se siente desplazada del poder político y lucha encarnizadamente por no ser desplazada del poder económico, hoy acusan al Presidente Hugo Chávez de haber dividido a la sociedad venezolana, de incitar a la confrontación: ‘algo jamás visto en este país’, dicen. Alegan que ‘la culpa es de Chávez por querer imponer esas ideas comunistas en este país de paz, de hermanos’.



¡No, señores burgueses y proburgueses! La culpa no es de Chávez -tampoco es de la vaca, como reza un inútil libro de autoayuda- ni de las ideas malévolas de los comunistas. La culpa es de la explotación del hombre por el hombre y su inseparable lucha de clases. En fin, la culpa de la división de la sociedad, de la confrontación entre los seres humanos, es la opresión de unos pocos que se apropian del producto del trabajo de muchos.



Sólo eliminando esa relación perversa de propiedad y explotación capitalista desaparecerá la lucha de clases antagónicas. Sólo con la Revolución Socialista otro mundo es posible.



www.venezuelacantac laro.blogspot. com

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